Sorprendidos y sin política
En política no hay sorpresas sino sorprendidos, y el FDT calificó entre
estos últimos en noviembre del 2021 cuando tomaba nota del golpe electoral en
un mapa del país teñido de amarillo a excepción de la región del NOA pintada de
celeste. Cuatro años antes en el 2019 JxC también se anotaba entre los
sorprendidos, la “nueva derecha
argentina” era derrotada por una fórmula impensable. Ocho años antes ya
situados en Catamarca el FCS calificaba entre los sorprendidos, fue el 13 de
marzo del 2011 cuando Brizuela del Moral tomaba nota de un fin de ciclo de 21
años de duración.
En todos los casos, no hubo sorpresas sino sorprendidos. En el primero, la
cuarentena impuesta por el Presidente generó un nivel de parálisis económica y agobio
social que tuvo su correlato electoral en noviembre del 2021; en el segundo, el
macrismo enamorado de sus metas de inflación pasó del déficit cero al déficit
de consenso social y luego a la derrota del 2015; en el tercero, Brizuela del
Moral apostó por su tercer mandato desconociendo que el tiempo pasa y el desgasta opera, el armado era cerrado y
tremendamente repetitivo, primó el dogmatismo y la realidad tiró abajo la idea
de ganar las elecciones con la camiseta.
El materialismo histórico nos sugiere la idea de que nada ocurre en el
devenir si antes no se generaron las condiciones materiales de su realización,
por eso la pregunta que sigue no es retórica ¿y si la ola amarilla ya rebasó
los límites de la región del NOA y aun no lo descubrimos?
La maquinaria justicialista
no está alineada
En la Catamarca de hoy el “escenario del caso mejor” es claro, un Raúl
Jalil con alto nivel de aprobación de gestión y de imagen positiva, junto a todos
los intendentes justicialistas acompañando su reelección, en una representación
mental de la maquinaria justicialista perfectamente alineada y casi imbatible.
No hay tal escenario, las alertas están encendidas y la incertidumbre invita a
la reflexión a idear alternativas.
Todos los indicadores empíricos de la imagen de Raúl Jalil solo encienden
señales de alerta que se profundizan con el tiempo. Tranquilos, no solo de
imagen está hecha la política, así lo advierten quienes tienen experiencia en
el armado territorial y saben que la imagen no siempre es predictora de la
intención de voto.
Tienen razón, el aparato pesa y mucho, pero no tanto si la pólvora se moja
y disminuye el poder de fuego oficialista en un contexto nacional en el que el
peronismo se aleja cada vez más de las expectativas que el devenir histórico le
asignó al movimiento. Hoy, la maquinaria
justicialista no está alineada en ninguno de los niveles de la política federal
argentina: ni el nacional, ni el provincial, ni
el municipal. ¿Alternativas?
Si, desdoblar. La tendencia de la mayoría de los oficialismos provinciales
del país es desdoblar elecciones ante un escenario presidencial potencialmente
catastrófico para el peronismo, y lograr
que la maquinaria se alinee en al menos dos niveles, el provincial y el
municipal. El problema se da en
provincias como Catamarca donde tampoco el escenario provincial es muy
prometedor.
El peronismo no puede
renunciar a la política
“Así que crees que puede distinguir el cielo del infierno” es la primera
estrofa de “Wish you were here” un clásico de Pink Floyd dedicado al ex líder y
fundador de la banda, Syd Barrett, quien afectado por el LSD había perdido todo
contacto con la realidad.
Perder el contacto con la realidad es un lujo que el peronismo no se puede
dar en ninguno de los tres niveles de la política federal argentina. Si el
peronismo no puede distinguir “el cielo del infierno” es que ha renunciado a su
condición progresista y a dar la batalla cultural. El peronismo siempre fue
disruptivo y supo construir poder desde ese lugar.
La metonimia: “Raúl no paras
de equivocarte”
Y el elemento rupturista no podía venir sino del mismo peronismo, Nicolás
Zavaleta fue el encargado de sintetizar en una metonimia -la parte que
representa al todo- el espíritu reinante en el peronismo catamarqueño: “Raúl no
paras de equivocarte”.
Otra línea de pensamiento -menos romántica- sugiere que “Raúl” no se
equivoca a la manera de Zavaleta, como un simple desvió de la doctrina, sino
que cumple al pie de la letra lo que representa, lo mismo que lo emparenta con
el sector más ortodoxo de la oposición, y es un enfoque conservador-corporativo
y neoliberal de la política.
Otra vez un problema de distinciones como en Pink Floyd, entre aquellos que
creen poder distinguir el “cielo del infierno” o “un campo verde del frio metal
de las vías del tren”.
La generación intermedia
Llegamos al corazón de las distinciones ¿si el diagnóstico es correcto
quien debe actuar? ¿Quién debe reencausar al peronismo en la causa progresista
y alejarlo del modelo conservador? Depende, todo depende.
Un sector del peronismo considera que la clave es garantizar la continuidad
del justicialismo en el gobierno, se aplica la doctrina de la “póliza de
seguro”, evitar que un gobernador que no da garantías de triunfo ponga en riesgo
el carácter oficialista del justicialismo, aquí no hay sujeto histórico, y la
posibilidad de actuar queda reducida a la mejora o no en los indicadores empíricos de la imagen de Raúl Jalil.
Otro sector, propone aplicar la doctrina del “deber ético-político” y
considera que la forma de garantizar la continuidad del justicialismo en el
gobierno, es evitando que se afiance en la provincia un modelo conservador
corporativo que derive en una oligarquía político empresarial de la que en un
futuro cercano ya no se pueda escapar. Aquí si hay sujeto histórico, y la
interpelación es directa para las generaciones intermedias del justicialismo.
La distorsión del mercado
político
“No queremos burriar para otros, queremos burriar para nosotros” fue el
sincericidio de un grupo de militantes justicialistas entrevistados en el
programa Santo y Pecador. Una metáfora terrenal que contiene una idea esbozada
por el sociólogo Max Weber, la del paralelismo entre la empresa capitalista y
la empresa política, y la distribución inversa de los beneficios del esfuerzo
realizado.
En este planteo, las PASO no solo tienen una función “instrumental” de evitar
la distorsión del mercado político con candidatos impopulares traccionados por
el aparato -y el esfuerzo militante-, sino una función esencialmente
“reparadora”, la del reconocimiento de una identidad política cristalizada en
la posibilidad de llegar a “ser”, y un principio de apertura a la democracia:
de que no hay más títulos para ejercer el poder que la voluntad de querer
hacerlo, tal como lo expreso el filósofo francés Jacques Ranciere.